El comentario de hoy, martes 8 de diciembre 2020
La pandemia ha traído consigo efectos colaterales graves para la población. El país registra un número creciente de contagios y muertes, pues hay en un sector importante de la ciudadanía, una especie de hartazgo, sobre todo en aquellos segmentos sociales que van al día. Resulta necio minimizar tanto los efectos del mal hacia hombres y mujeres, niños y ancianos, como afirmar que la crisis económica que se advierte, no tendrá los efectos que los organismos y medios internacionales han previsto para México.
Más de 109 mil muertos y cerca de un millón 770 mil contagios, no es algo para echar en saco roto. Atrás quedaron las frases necias de “la pandemia ya está domada”, “ya aplanamos la curva” o “hay que salir y abrazarse”. Aún hoy en día se escuchan necedades como “el cubre-bocas no es necesario”, cuando el mismo director general de la misma Organización Mundial de la Salud, ha exigido al gobierno mexicano, seriedad en el manejo de la pandemia.
O la parafernalia de declaraciones en los meses de marzo-abril, en que era una especie de gripe, “un invento neoliberal”, o el mejor remedio para el coronavirus es “no mentir, no robar, no traicionar”, echando por tierra las medidas sanitarias que el propio gobierno federal había puesto en marcha para contener esta mortal enfermedad. La realidad ha superado a la ficción y hoy en día las muestras de la tragedia están a la vista.
La semana pasada, un conocido diario de la capital del país se refirió a una declaración de José Ángel Gurría, Secretario General de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico –la OCDE- quien reconoció –cito textualmente- “que la pandemia no terminará pronto -y estimó- que tomará la mayor parte de 2021 alcanzar los niveles de distribución y aplicación de la vacuna, que nos ponga en una situación de tranquilidad”.
A lo que vamos es a lo siguiente. Es cuestión sólo de imaginar el impacto que tendrá en la economía de miles de familias oaxaqueñas, la suspensión de los festejos religiosos como los de la Virgen de Juquila, de Guadalupe y La Soledad. La cancelación de las clásicas romerías en poblaciones que festejan con devoción y derroche nuestros íconos religiosos, así como la suspensión de La Noche de Rábanos. Es evidente que será un duro golpe, luego de nueve meses en los que no vemos la luz el final del túnel, pero sin mayor alternativa que salvaguardar nuestra vida y las de los demás. Es verdad: no tenemos otra salida. O nos cuidamos hoy para disfrutar esas tradiciones mañana o dejamos que el mal siga haciendo estragos en nosotros y nuestros seres queridos. (JPA)